Hoy, encontrándome en esos momentos de
descanso, escucho en una película que la TV estaba reproduciendo, el dialogo de
un jefe de policía ante el secuestro de un niño, y decía más o menos lo
siguiente:”me preocupa por los ciudadanos no preparados para hacer la búsqueda
del niño y lo digo como responsable policial, pero como hombre lo que me
emociona es la bondad de la gente”.
Por eso, hoy quiero abrazar a aquellos
que no tienen a quien abrazar en el día de hoy, pues el imprevisto accidente se
los ha llevado.
Hoy podemos recordar numerosas
circunstancias acontecidas en nuestro país en estos últimos años; quién no
recuerda la solidaridad del 11 M, ante tanta muerte, o el accidente de Metro de
Valencia, o aquella ola de solidaridad cuando las playas gallegas quedaron
llenas de “chapapote” del accidente del Prestige, o el terremoto de Lorca.
Sinceramente, todo esto me emociona, ese
sentimiento de generosidad de la que es capaz el corazón humano ante
circunstancias que nos sobrepasan.
Siempre
he pensado en la generosidad como aquella capacidad de dar sin recibir, de
ayudar sin esperar nada a cambio, o de dedicar tiempo y atención al otro sin
esperar ningún tipo de compensación.
Pero
nunca había considerado que también es importante con quien la practicamos, y
que es precisamente esto lo que hace que no toda la generosidad es igual, ni
necesariamente auténtica.
Hay una
generosidad aparente, fácil, que es aquella que practicamos muchos de nosotros
con personas de las que en el fondo esperamos algo. No esperamos una
compensación inmediata (estaríamos faltando a la esencia de la generosidad)
pero si que actuamos con la idea de que aquel acto nos compensará tarde o
temprano. Es la generosidad que practicamos con amistades que queremos forjar,
con personas que nos interesan, o que simplemente nos caen bien y queremos
reforzar nuestros vínculos.
Y hay en
cambio una generosidad auténtica, muy difícil, que es aquella que practicamos
con gente que la necesita, simple y llanamente por que la necesita, sin ninguna
otra consideración ni intención. Sin plantearnos nada más. De esta generosidad
me siento atraído.
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